Vittorio, ¿a dónde vas tan rápido?

Después de 70 años de amistad, padre Vittorio Ferrari, me dejó solo, subió a lo alto, sin despedirse de mí.
Aquí está mi testimonio en el día de su entierro.

El saludo final

Sábado 31 de diciembre de 2021, al término de la Misa de requiem celebrada por el Obispo en la plaza de Sayán, su “pueblo”, me he acercado al féretro de Padre Vittorio Ferrari por pocos segundos para verlo por última vez, antes de expresar a todos lo que sentía en mi corazón. Me he sacado la mascarilla, mis ojos estaban humedecidos de tristeza.
Tenía que hablar en español, sin embargo, empecé en italiano, diciendo: “Vittorio, me l’hai combinata grossa… «Vittorio, me has dejado con un gran dolor, estas cosas no se hacen a un amigo…». Estaba conmigo en Huacho hasta las 5 de la tarde, tenía apuro por regresar para celebrar la Misa. La celebró y luego… se fue en lo alto. El día 29 de diciembre, nos habíamos reunidos con las Hermanas y tres amigos para celebrar la Navidad con el tradicional almuerzo a la italiana: un buen plato de lasañas, salame, parmesano… Él comió con gusto, pero en un extraño silencio. Finalmente se despidió brevemente de todos, una oración a su estilo, media hora de reposo y después se fue… Todo demasiado rápido, en menos de 10 horas… la madrugada del 30. ¡No está más! Basta, basta, como decía a menudo…
Hablo en nombre de su familia, de su hermana Giuliana, de su otra hermana de 90 años que vive en Ivrea y de un sobrino suyo. Ellos dieron el permiso para dejarlo aquí en Perú, su tierra.

Amigos y hermanos sacerdotes

Padre Vittorio había nacido en 1939, en una buena familia de obreros, y entró al Seminario a los 11 años. Nos hemos encontrado a los 14 años, los dos con la sotana negra para seminaristas. Yo soy ordenado sacerdote, un año después toca a Vittorio en el 1965. Pasamos los primeros años entre la juventud, yo voy como misionero al África, él se dedica como párroco en Milán y luego se vuelve capellán de un gran hospital. A los 65 años se jubila y descubre al Perú. Tres años después, en el 2007, me toca a mí llegar a Huacho. Nos volvemos a encontrar: «Oh, Vittorio… Oh, Antonio!». Inmediatamente nuestra amistad de hace 70 años se reconecta.
Una palabra sobre los últimos tres años, desde el momento decisivo de las vacaciones en Italia en el 2019. Todos nos dicen: «Son dos viejecitos, ¿dónde quieren ir aún?». El Obispo de Huacho nos necesita todavía, pero es necesario pedir audiencia a nuestro arzobispo Mario Delpini: es él que debe firmar el acuerdo para los Fidei donum. En verdad los dos temblamos, sin embargo, Vittorio es quien habla en primer lugar al monseñor Mario con un afán misionero, hablando de Jesús, de Sayán, de su apostolado, tanto para obtener inmediatamente el permiso para poder continuar nuestro camino aquí a los 79 años. No era necesario ya de mis palabras.

En enero del 2020 monseñor Mario viene a ver nuestras parroquias, poco antes que estalló el Covid. Todos recuerdan lo hermosa que fue su misa en Sayán y el encuentro con la comunidad a la entrada de la iglesia. Pero mientras tanto, Vittorio comienza a bajar su cuerpo al suelo, aunque su espíritu siempre apunta al cielo. ¿En qué idioma habla? Mezcla el español y lo intercala con el italiano de "Ecco, allora = aquí, entonces...": algunas expresiones se le escapan incluso en dialecto. Se deja entender, incluso con gestos, en su nuevo idioma, el de su corazón: "victoriano".

Conocido y amado por todos

Yo también soy capellán de los hospitales y cuando me encuentro con un enfermo de Sayán le pregunto: "¿Conoces al padre Vittorio? Ellos por impulso responden: "Por supuesto, me llama por mi nombre, viene a casa de mi abuela... casó a mi hermana". Una vez conocí a una señora que dijo que era de Sayán, pero que no conocía al padre Vittorio. "¡Disculpe, pero usted no debe ser de Sayán en absoluto!". "Es cierto, soy de un pueblo que se encuentra en las montañas...".
Su salud se estaba debilitando, fue al hospital, pero su corazón siempre funcionó bien. Siempre iba con su maletín -lleno de mil cosas-, un bolígrafo en la mano, un cuaderno para escribir, en cualquier lugar donde se encontrase. En su casa acabo de ver más de 50 cuadernos grandes, no sé qué haremos con ellos... Dentro está toda su sabiduría, su teología, apuntes de los libros que leía, pero sobre todo allí anotaba los nombres, los números de teléfono de una y otra persona y llamaba a cualquier hora del día o de la noche: era su estilo apostólico, el contacto personal. También podría hablar de los miles de mensajes de correo electrónico que enviaba a amigos de todo el mundo... Y de su increíble memoria, con miles de detalles que narraba con frescura, saltando de un punto a otro.

Atento a los problemas sociales

Todas las mañanas, a las seis, estaba en la puerta de la iglesia y saludaba a los primeros trabajadores que llegaban a la plaza con la esperanza de ser contratados para trabajar en el campo. Se interesaba mucho por las cuestiones sociales y también por la política. Todos recordamos los acontecimientos y las luchas de la fábrica de azúcar Andahuasi. Él estaba allí, como el padre de dos hijos que discuten, escuchando a uno y escuchando al otro, siempre con sabiduría paternal. Por eso todos en Andahuasi lo querían mucho: esto se vio en el increíble homenaje fúnebre de ayer en la tarde, cuando quisieron que el féretro llegara a la plaza, casi pasando por encima de todos, como un rey. Era el rey de Andahuasi, ¡con tantos años pasados allí!
Era un apasionado del deporte, no como jugador, sino como aficionado del Inter y especialmente del Ferrari, que lleva su mismo apellido. Desgraciadamente ya no gana, y por eso estaba triste.

La pasión por la política

Siempre le había apasionado la política. No creo que escandalice a nadie, tal vez sea un secreto: el padre Vittorio apostó la candidatura de Pedro Castillo, el actual presidente comunista. Tengo una pregunta: "¿Entre ustedes aquí hay personas de Chota, los cortadores de caña de azúcar, que vienen de la misma región que Castillo?" El padre Vittorio se encariñó con el grupo de Chota, los conocía uno a uno, para llegar al candidato-presidente, también de Chota. ¿Por qué? Cuando escuchó el programa de Castillo y su grito ("Por el pueblo, por los pobres"), se emocionó con ese pensamiento al ver que los pobres tendrían por fin un líder. Incluso soñaba con convertirse en consejero espiritual del Presidente. Recientemente, se había resfriado un poco, sin ver ningún progreso. Pero esto no borró el intenso amor del padre hacia los pobres, visitaba a los enfermos de Sayán en el hospital a cualquier hora y, en cuanto podía, se las arreglaba para entrar en la cárcel de Carquín para predicar y ayudar. Muchas personas acudían a su puerta y siempre recibían ayuda, incluso con grandes sumas de dinero. Los que lo criticaban sobre este punto y lo invitaban a ser prudente, no les hacía caso. Todo salía de corazón.
Como escribe el arzobispo de Milán, él amaba a Milán y amaba a Huacho. Amaba a su pueblo de Cesano Maderno, a su familia y a esta tierra de Sayán, Andahuasi y a los pueblos de alrededor. Caminaba y caminaba incluso en sus últimos momentos, con su bastón y todo encorvado, con la columna vertebral hecha pedazos.

Siempre corriendo, nunca quieto

Puedo decir que tuve algunos problemas con él debido a esto. Cada semana, a pesar de los 60 km que nos separan, venía a mi casa por cualquier medio: cuántos taxistas y conductores de autobús lo conocen. Tocaba al timbre dos veces, pedía inmediatamente un café y un plátano y luego: "Adiós, gracias, ya me voy...". "Pero te veo cansado, ¿no te quedas?". "Tengo una misa, tengo un funeral de un amigo mío, uno me está esperando...". Siempre así y huía. "Pero si es así, para qué vienes, quédate en tu casa..." Pero cómo iba a decir que no al padre Vittorio, que lo hacía todo por los demás, ¡sin escatimar en nada! Ayer incluso hizo lo mismo, se escapó de Huacho y vino aquí en una minivan para realizar la misa, apoyándose en el altar y predicando sentado, quizás soñando con el Paraíso como el viejo Simeón en el Evangelio. "Tengo 82 años, he hecho tanto, he visto a Jesús en los pequeños, he hablado tanto de Él, me puedo ir...". Después de sólo seis horas, mientras dormía, tocó a la puerta del cielo.
No puedo soportar ni asimilar esta rápida partida. Señor, tú lo sabes, pero aumenta mi fe, y la fe de este pueblo que lo ama. En nombre de la familia y de todos ustedes, me despido de ti Vittorio, gracias, adiós.

Mons. Mario Delpini para Mons. Santarsiero

Reverendísima Excelencia,
Deseo compartir la oración de sufragio y agradecimiento de todos aquellos que han conocido al estimado y querido don Vittorio Ferrari, presbítero de la diócesis de Milán, que dedicó los últimos años de su vida al servicio de la diócesis de Huacho.
Movido por un deseo inagotable de la verdad, del bien, de la fraternidad con todos. Por eso era inquieto, bueno y solícito con todos.
Amaba la Diócesis de Milán y ha dejado un recuerdo de bondad, paciencia y dedicación. Quizás algunos le han sonreído como se fuera un inocente: pero en realidad, todos pudieron reconocer que se trataba del Evangelio y de la amistad de Jesús, que era la regla de vida y criterio de juicio.
Amaba la diócesis de Huacho y deseaba continuar su presencia en la tierra maravillosa y convulsionada del Perú: con una generosidad al límite de la imprudencia, con un compromiso de evangelización y reconciliación al límite de la obstinación.
Ha deseado ser enterrado donde vivió estos años de servicio sacerdotal, casi como una última declaración de amor antes de entrar en la comunión de los santos que ignoran los límites del espacio y el tiempo.
Su fe intensa y afectuosa ha sido la constante búsqueda de la hermosa y misteriosa verdad de Dios, ha sido siempre una oración prolongada y reflexiva, con una determinación de vivir en la Iglesia. No creo que le haya faltado sufrimiento y decepción, pero lo cierto es que el amor y la fidelidad han sido mucho más grandes.
Ahora continua a amar y a orar por la Iglesia de Milán y por la Iglesia de Huacho, mientras nosotros lo acompañamos en su ingreso a la eterna Pascua.

+ Mario Delpini Arcivescovo di Milano

+ Mario Delpini
Arcivescovo di Milano

Solo
P.d. El momento más duro para mí fue cuando el albañil selló lentamente con cemento el nicho en el que acababa de entrar el féretro en el pequeño cementerio de Sayán, justo a los pies de la árida montaña de San Jerónimo que domina el pueblo. Volví a casa solo.

Don Antonio Colombo

Huacho, 9 de enero de 2022