Gaetano y Antonio se conocen a los 13 años en el Seminario de Seveso, desde 1953. Se dan cuenta de son originarios del mismo lugar de Casatenovo Brianza, uno parte del barrio Rimoldo y otro del barrio Vismara. Eran muchos seminaristas, estaban felices y serenos con el sueño de llegar a ser sacerdote. El camino es largo y distinto con Gaetano que se convierte en sacerdote salesiano en 1967 y Antonio sacerdote diocesano en 1964. Las amistades verdaderas, no se apagan nunca.
Gaetano viaja por Italia y en 1997 termina en los Andes del Perú, después desciende a los ríos de la Amazonía en el 2007, como Obispo de Pucallpa.
Antonio tiene un camino diferente: Italia, Zambia en África, Italia y finalmente el Perú, en Huacho, en el Océano Pacífico, llegando en el 2007.
Nos reencontramos en el Velodromo Vigorelli de Milán en octubre del 2007. El Cardenal Tettamanzi me da la cruz con los colores de los cinco continentes como misionero; Gaetano no tiene necesidad de ella porque ya tiene la cruz pectoral de Obispo.
Perú nos reúne y nos divide en zonas muy diferentes con la promesa solemne de encontrarnos. Pasan 11 años, mil contratiempos, aun así prevalece la amistad. Antonio deja el desierto y la neblina de la costa y vuela hacia el sol, al calor, al cielo azul, a la foresta verde y a los ríos inmensos de la Amazonía para encontrar a Gaetano, el amigo Obispo.
Viaja conmigo Padre Vittorio Ferrari, parte del sueño convertido en realidad para poder encontrarnos con los milaneses que ya están en Pucallpa: Padre Andrea, Padre Silvio, Padre Luca y la pareja de esposos sevesinos Giacomo y Silvia.
Lunes 1 de octubre, bajamos del avión, después de una hora de vuelo, sentimos el clima ardiente de la Selva amazónica, somos acogidos súbitamente con la sonrisa de Mons. Gaetano Galbusera. “L’era ura de vegnè” habría dicho en dialecto brianzolo, es decir: “Era hora que vinieran”.
Sí, estamos aquí, finalmente. Nos lleva al Seminario que tiene solo ocho seminaristas bajo la mirada de padre Marco de Besana Brianza. Aquí ya me toca cambiar la ropa invernal de Huacho, porque estoy demasiado sudando. Por fortuna no hay zancudos y no es el tiempo de lluvia. Pucallpa tiene 600,000 habitantes, 40 mil moto taxi, y es la segunda ciudad de toda la Amazonía peruana, acostada al río Ucayali, fuente de todo su bienestar y desarrollo positivo y negativo. Como turista con tiempo corto de visita, escojo los lugares principales: el río, el puerto y la Catedral.
El río Ucayali nace de las montañas de los Andes del Cuzco, recorre 1600 kilómetros y se pierde en el gran río Amazonas, de 6992 kilómetros de largo, que pasa por Brasil hasta el Océano Atlántico. En Pucallpa existe un puerto que parece un caos pero tiene una importancia enorme para la llegada de los barcos con la preciada madera de la foresta. Desde este puerto parten día y noche pequeños barcos, barcas a motor, chalupas y barcas a remos para pasajeros y mercancía. Porque desde allí en adelante no existe ningún otro tipo de camino: es el río que domina en toda su belleza y peligrosidad.
Me contento de pasar algunas horas con una lenta barca a motor por la laguna Yarinacocha de 12 km. Una paz en las aguas tranquilísimas, riberas llenas de árboles con pequeños claros con casas sobre pilotes. Veo algunas barcas de pescadores, centenares de gaviotas blancas y de otros pajarillos negros que aletean en el cielo para después descender en picada en las aguas para atrapar algunos pececillos. Un sol agradable dona colores vivaces a la naturaleza. Obligatoria una parada en tierra firme para poder entrar al menos por 20 metros en la jungla real con sus árboles altísimos en un faustuoso bosque impenetrable. Allí he visto las famosas serpientes anacondas inmensas y peligrosas aunque están en jaulas. He dado la mano a una monita, menos bella que las africanas que me robaron la coca cola. He visto también los tapires incomodos, los grandes papagayos, los cocodrilos envueltos en el fango y los leopardos tristes y adormecidos en sus jaulas. Lamento las incursiones en la sabana africana entre leones, elefantes, búfalos y estupendas y saltarinas gacelas. Antes de regresar al puerto bullicioso, me dejo abrazar por un árbol de la foresta, triste porque no he tenido tiempo de encontrar a ningún indígena Shipibo, como había hecho Papa Francisco en el Puerto Maldonado en el pasado enero en su inolvidable visita.
El puerto me ha dado un poco de miedo por el gentío, las montañas de plátanos y un mercado rico de todo lo que proviene del río. He visto de lejos las barcazas llenas de inmensos troncos de la preciada madera. No he visto la “droga” que dicen que aquí puede ser uno de los canales preferidos de tránsito.
Paz encuentro en la Catedral con padre Vittorio que rápidamente se pone en oración con los ojos fijos en el tabernáculo. A él le interesa poco los estupendos vitrales y mucho menos el campanario garboso hacia el cielo y la estructura arquitectónica de la original Catedral. Se lamenta – y tiene razón – de verla con las puertas cerradas casi todo el día.
Mi interés turístico termina con una mirada al altísimo árbol de mango en el patio del Obispado que hace caer a tierra sus apetitosos frutos tres veces al día, con la alegría de quien los recoge y súbito los come paseando en medio de coloridas flores.
El Obispo Gaetano está orgulloso de presentarnos a su equipo de sacerdotes, que son un total de 32. Hay una base de jóvenes sacerdotes peruanos con misioneros de varios continentes, naciones, lenguas y también edades diversas. Han llegado del lejano Japón, de Corea, de Benín en África, de Italia, de Francia, de Canadá y de México, llamados siempre por el mismo Jesús a sembrar en este pedazo de tierra. Tenemos la suerte de encontrarlos a todos unidos por el retiro mensual en el seminario. Ningún problema para saludarnos con naturalidad, porque también somos parte del mismo sueño pastoral en la única Iglesia católica. Participamos a los pensamientos espirituales presentados por el mismo Obispo y en los temas contingentes de la vida de las diez parroquias que están en la ciudad pero que son en cargo de comunidades indígenas esparcidas a lo largo del río Ucayali, alcanzables solo después de horas y días de navegación.
El momento todo nuestro es aquel de la concelebración en la Misa en la capilla del Seminario. Allí está la Iglesia viva, en torno al Obispo que nos reúne como a los Apóstoles y al mismo Señor Jesús. Calma y serena es la homilía, armoniosos los cantos de los seminaristas y bien rítmico todo el rito con los 32 sacerdotes hasta el momento conclusivo de la procesión hacia el altar para la Comunión personal.
En el momento de la cena, se desatan las lenguas del silencio del retiro y se comienzan a estrechar diálogos mientras degustamos los platos de la selva. En torno a las varias mesas se forman grupos de amigos de siempre con los sacerdotes más jóvenes que se distinguen por el tono de la voz, la alegría y las chistes de espíritu. En la mesa de honor – simple – el Obispo nos llama a mí y a padre Vittorio a charlar ¡partiendo de los recuerdos del Seminario en 1953! Estamos los tres entrados en años pero con muy buena memoria para recordar a nuestros profesores de latín o al muy severo rector.
La noche me hace sudar, el clima es tropical, por fortuna ninguna serpiente ha entrado en mi habitación.
La mañana del martes está dedicada a los temas pastorales de la Diócesis, yo prefiero hacer un paseo en el gran parque del seminario que tiene dos pequeños lagos, árboles frutales y naturalmente un campo de futbol.
La sorpresa llega en el momento del almuerzo cuando toda la compañía se encamina en auto hacia la casa del Obispo en el centro de la ciudad. Allí está el refectorio oficial, abierto todos los días del año para todos los sacerdotes que desean acudir a comer, gratuitamente, con el Obispo. El plato codiciado por todos es la pasta italiana con los justos ingredientes, más de uno repite. Aparecen de la bodega secreta del Obispo algunas botellas de vino fino italiano, después un buen helado, un café producto de la selva misma y algunas gotas de licor para una buena digestión. Esto también favorece la fraternidad sacerdotal que une al japonés, al canadiense, al italiano, al peruano, a todos en serena amistad.
Hacia las tres de la tarde cada uno regresa a su parroquia.
El centro de nuestro viaje es el encuentro con los sacerdotes diocesanos de Milán, ahora misioneros en la Amazonía. Padre Andrea Gilardi está inmerso en los temas sociales y caritativos de la diócesis después de años como párroco. Gentilmente nos acompaña de un lado a otro. Padre Silvio Ardian es responsable de una nueva parroquia, actualmente está en Italia, su papá ha volado al cielo hace pocos meses. Padre Luca Zanta tiene solo un año en Perú empleado para aprender el idioma y ahora para guiar una parroquia proyectada hacia una comunidad indígena en el río. Tiene tantos proyectos en mente. Los jóvenes esposos Giacomo Crespi y Silvia Caglio nos hablan emocionados de la nueva experiencia que están viviendo, el de ser pronto papas, mientras tanto ayudan a aquellos sin documento de identidad y animan un grupo juvenil, gracias a las cualidades artísticas de Giacomo. Tienen siempre una gran sonrisa los dos.
Iniciamos el último día con una Misa, digamos intima, solo nosotros dos en la capillita del Obispado. Toca a padre Vittorio hacer una pequeña homilía en tono familiar. Estamos solo nosotros dos, pero sentimos presente con nosotros los miles y miles de personas que hemos encontrado en nuestros más de 50 años de sacerdocio.
Ha llegado la parte más esperada, hablar con Mons. Gaetano. A los 78 años se estaba preparando para dejar la Diócesis, había fijado la fecha oficial de la despedida, ¡pero no hay sucesor! Dicen que ya había un designado, pero después ha mandado una carta personal a papa Francisco renunciando a la nómina. Nos permitimos de decir: “Adelante Gaetano, te vemos caminar bien, notamos que estas estimulado por tus 32 sacerdotes, la Diócesis ha sido moldeada por tus manos, continúa.”
En nuestro dialogo incluye Casatenovo, nuestra ciudad de origen, nuestra común amistad desde los tiempos del seminario, mi hermana misionera y su hermano misionero, las alegrías y las fatigas que cada uno tiene en el corazón, unidos a la riqueza de nuestra experiencia misionera en lugares y culturas diferentes a nuestra verde Brianza. Las horas pasas veloces, es tiempo de ir a comer en su especial refectorio, siempre abiertos a los sacerdotes que llegan, saludan, comen, beben un café y después regresan a sus trabajos. El Obispo está contento.
En la tarde Mons. Gaetano nos lleva a ver dos de sus joyas: un centro médico multifuncional y una parroquia – oratorio. ¡Como chofer maneja bien, pero no tiene todavía asimilado el tráfico caótico peruano!
Son desde la India las religiosas que nos acogen con una sonrisa tipo Madre Teresa en el centro de acogida para los casos más difíciles, con un gimnasio para rehabilitación, un ambulatorio, una pequeña farmacia y una bella capillita. Se respira verdadera caridad, hecha de pequeñas atenciones hacia los más necesitados.
El Obispo carga en su camioneta una cama especial para llevar a una parroquia en medio de una zona pobre en la periferia con casas de madera. Entramos en un inmenso espacio con una Iglesia moderna dedicada a don Bosco, campos de juego, carpintería, laboratorio artístico, casa de acogida, todo sazonado de un estilo de simplicidad y serenidad, guiada por padre Massimo, un joven valtellinese, alto y fuerte, uno de las tantas flores que florecen en el jardín de Mato Grosso de padre Ugo de Censis. Hay dos burritos que se mueven de un lugar a otro con toda libertad, bajo el control de un muchacho, que me parece es sordomudo, contento de este encargo. El día aún no termina, falta la cena con todo el grupo milanés. “¿Pero a dónde vamos?” “Vengan a mi casa, yo cocino un risotto a la milanesa como un chef” dice padre Luca. Veo caras dudosas que luego se transformaron en rostros satisfechos después de haber comido abundantemente el plato de Luca, sudado y contento con su olla de arroz humeante. Se ríe, se bromea, se habla de todo, deporte incluido, parece que se está en una típica “trattoria” milanesa, mientras nos encontramos en el Trópico en plena Amazonía.
Un canto que gusta a padre Vittorio dice: “La fiesta ha terminado, pero apenas había comenzado…”
Jueves 4 de octubre, fiesta de San francisco de Asís, Mons. Gaetano nos lleva al aeropuerto para el primer vuelo de la mañana, los lazos de amistad se han reforzado.
Cinco horas después estamos en casa, en Huacho.
Es la tercera vez que cruzamos la puerta de la cárcel de Carquín con una pelota y una copa en la mano. Conmigo están 14 jóvenes universitarios, crecidos en mi vivero de nombre Club deportivo padre Antonio Colombo. Con nosotros está el entrenador Moisés Racchumick y el fotógrafo Carlos Grados. No tenemos dificultad burocrática en la entrada, nos sentimos y somos amigos, la espera de más de un mes de los 5 equipos de los 5 pabellones ha concluido. Esta vez no está el equipo de la policía interna que siempre era difícil de superar. La fase eliminatoria es a fuego ardiente, ninguno quiere ceder el paso a pesar de los tres primeros tiros de penal con acertados porteros que vuelan de un palo al otro. Se juega en un campo de cemento, adaptado para fulbito de 6 jugadores. Mi equipo B amarilla rápidamente es derrotado con regocijo de los hinchas del 3° pabellón. El equipo A azul ha luchado hasta la semifinal creyéndose vencedores al final del primer tiempo con el puntaje 3 – 0. Los adversarios no se dieron por vencidos, se recuperan, emparejan a 3, pasan el puntaje, pero después son igualados 4 a 4. A penales vence el 4° pabellón que feliz vuelan a la final. El control de la policía interna es más condescendiente este año así que cada equipo goza del apoyo de los hinchas bien equipados con trompetas y tambores. Cada gol es una pequeña fiesta invasiva en el campo con los hinchas que logran implicarme. Pero la matemática final no perdona, después del sorteo está la ruleta rusa de penales, cada golpe puede ser mortal.
Se está luchando desde casi cinco horas cuando el tiro fortísimo del capitán del 4° pabellón atraviesa la red. Callan los tambores del 3° pabellón y comienza la danza del 4° listo a aferrarse la preciosa Copa Antonio Colombo. Espontáneamente nace una fiesta que envuelve también a mis 14 universitarios que se mezclan con los vencedores, sin problema, ya que los conocen de años. El trofeo es siempre un trofeo, aún sin champan. Aparece el fotógrafo oficial de la cárcel porque el evento entra en la historia, dando honores también al Director que lo ha favorecido. Además de la Copa hay 100 soles para comprarse la coca cola y – una sorpresa – un set de camisetas llegadas desde lejos, desde el oratorio de Cerro Mayor, con los colores del equipo CROG del cual yo era el capitán y máximo goleador hace cuarenta años.
La mejor foto del año está tomada en la cárcel, me veo en el centro tocando el cajón, con 11 amigos del 3° que me aprietan, especialmente el simpático gigante Franz que me envuelve con su brazo izquierdo mientras con la mano derecha expresa la alegría del triunfo. La foto final me muestra en la playa del Océano que pasa por la cárcel. Me siento cansado y contento por el milagro que una pelota puede hacer cuando es pateada bien, superando cualquier barrera de división.
Tenía solo 14 años cuando he ido a Roma para la consagración obispal del Monseñor Giovanni Battista Montini, el futuro Papa Paolo VI.
He regresado a Roma a los 18 años cuando lo han elevado al título de cardenal y después a los 23 años para verlo como Papa, estando a tan solo 20 centímetros de distancia, pocos días antes de mi ordenación sacerdotal.
Las fotos en blanco y negro no son solo las romanas, una me muestra en el seminario de San Pedro en Seveso como acólito que lleva la cruz acogiéndolo para su primera visita. Única es aquella con la infaltable sotana negra de seminarista mientras de rodilla beso el anillo del cardenal a Venegono.
El momento más sacro es cuando me ha hecho la tonsura, aquel circulito blanco en medio de la cabeza que todos los sacerdotes tenían hasta el Concilio Vaticano II. Era el 27 de junio de 1962, en la Basílica de Venegono, estaba con 70 compañeros. El Cardenal Montini me ha llamado por nombre, Antonio Colombo, yo he respondido “ADSUM estoy aquí” y después él con un par de tijeras me ha cortado un mechón de mis cabellos en los cuatro ángulos de la cabeza. ¿Cuál es el significado? Lo ha explicado el mismo Cardenal con voz profunda y clara, “Es como el primer escalón, el umbral: desde aquí se comenzará a subir la gran escalera a la Ordenación sacerdotal. La Tonsura es el ingreso a la vida eclesiástica. Hemos comenzado llamándolos por nombre. ¡Que llamada! ¿Es la mía o es la voz de Dios? Y ustedes con simplicidad han dicho la palabra “ADSUM estoy aquí”, como cuando el Señor ha llamado a los apóstoles. Con el nombre y apellido dicho en el altar, al cual ustedes han dicho: Adsum, está la vocación sancionada y ratificada. Ustedes han hecho real la página del evangelio como los apóstoles que dejaron todo. Y creen ustedes que yo he estado tranquilo mientras hacia esta operación así de insólita, se podría decir banal, de cortarle los cabellos? ¿Creen ustedes que mi mano no temblaba y que yo no comprendiese que cosa estaba haciendo, quitándoles toda esperanza humana, los erradicaba de la tierra para llevarlos a otra región al único servicio de Dios? Les he quitado los cabellos y después los he vestido de blanco, cándidos, puros, angélicos. Esto indica el vestido blanco, el traje que han recibido, un hombre nuevo que han revestido. Una fuerza nueva que hace franco el paso y satisfecha el alma que conduce a la meta”. De este discurso conservo conmigo las hojas amarillentas de 1962.
El ser misionero nace de él, el primer Cardenal de Milano que ha abierto a sus sacerdotes diocesanos las puertas de África desde 1960.
Ahora es Santo desde el 14 de octubre. Huacho lo recuerda con el salón Pablo VI donde está la primera piedra de la actual catedral, reconstruida después del terremoto de 1966.
La “culpa” es del Papa Francisco con su amor desmedido por los más pobres, tanto así de ponerlo en el centro de una Jornada Mundial toda para ellos, una semana antes de la fiesta de Cristo Rey. Al Papa se obedece. Ahora toca a cada parroquia ingeniarse para armarla. Aquí nos hemos ingeniado en unir dos palabras – Kermesse y bingo – para recolectar dinero jugando en favor de los pobres que no faltan en esta parte del mundo.
Domingo 11 de noviembre, el patio de la catedral asume un tono vivaz y alegre como para una fiesta con mesas y sillas por todas partes, ollas grandes llenas de los potajes apetitosos para comer mientras se tiene un ojo atento a la cartilla del bingo. He intentado contar las personas, pero no lo he logrado estaban esparcidas por todo el patio buscando un lugar en la sombra, fácilmente superaban los 500.
Kermesse aquí indica una fiesta que nace para poner en venta, con una meta benéfica, platos exquisitos que cada uno prepara en casa. Además la música y el juego del Bingo, tipo tómbola a la italiana, con premios a quien llena la cartilla según los números y una letra dominante. Al menos tres horas con los números escaneados por la voz fuerte y clara de Rafael, mientras tocaba a Gustavo la verificación de las cartillas ganadoras.
El bingo ha logrado una buena participación con alegría y un positivo balance económico. ¡El primer premio de 500 soles le tocó a un niño! Ha sido un momento embarazoso cuando llegó a la mesa un niño de tan solo 9 años gritando de alegría, agitando la cartilla afortunada. Pero un niño no puede tener tanto dinero, lo podría desperdiciar o le podrían robar. ¿Qué hacer? Después de varios minutos de incerteza llega la tía que hace de garante.
Se ha reunido lo delicioso y lo necesario logrando una cifra más que suficiente para poner contentos a los pobres.
Domingo 18 de noviembre, han llegado a la Misa 250 “pobres”, es decir amigos de Jesús y nuestros. Papa Francisco nos ha despertado a todos. Con el motivo de este año: “El pobre gritó y el Señor lo escuchó”.
Una comisión de las hermandades ha proveído todo, desde las invitaciones personalizadas, al menú, los regalos, la disposición de las mesas, las danzas y sobre todo una agradable acogida.
¿Quiénes son los pobres de nuestra parroquia? Aquellos que frecuentan cada día nuestra mesa popular, los chicos del lonche, las mujeres de la tercera y cuarta edad, el grupo de personas con dificultad motora, chicos y chicas de la Beneficencia pública, ancianos de la misma organización, ancianos del Asilo y – novedad – los nuevos pobres inmigrantes de Venezuela.
El momento más tocante en la Misa fue el canto a la Virgen de Coromoto protectora de Venezuela. Mientras un joven tocaba la guitarra y cantaba se veía a las señoras con los ojos humedecidos por las lágrimas, fe y nostalgia por la patria lejana.
Ordenadamente todos han entrado en el salón Pablo VI bien decorado con los puestos reservados para cada grupo. En la danza llegan los ancianos de la Beneficencia con un ritmo colombiano con armónicos movimientos, de verdad todavía son ágiles, se les ha pedido repetición entre grandes aplausos. También las chicas con el baile del tondero han suscitado admiración, mientras la pequeña Melany de 5 años ha hecho un solo muy tierno, en el silencio de toda la sala. Todos quedaron enmudecidos cuando han tenido delante de ellos un apetitoso plato típico, arroz con pollo y verdura. También los venezolanos gustaron la comida tanto de animarse a cantar todos juntos, 14 adultos y 5 niños inquietos y un bebe de pocos meses. Son ellos los nuevos “pobres”, jóvenes como edad, elegantes en el vestir, pero con un velo de tristeza en sus rostros. Han tenido el coraje de saber arreglarse.
En la fiesta yo también me he divertido, pero después me ha venido el cansancio encima.
Gracias a todos los voluntarios, a las cocineras, a la anónima señora que ha regalado las dos tortas. Dice la Biblia que hay más alegría en el dar que en el recibir. Esto ha dicho, con sus palabras, uno de los organizadores: “Hoy he aprendido muchas cosas, no lo olvidaré”.
Toda para mí la primera página de un diario regional El Chaski del 31 de octubre.
Una gran foto con el rostro sonriente de padre Antonio y una pequeña tomada en el interior de una ambulancia. Palabras con características grandes: OREN POR PADRE ANTONIO.
El amado párroco de Huacho ha tenido una recaída en su salud y una descompensación en la iglesia de Barranca. SAMU lo asistió y lo tuve que llevar de emergencia al hospital de Huacho.
Una página, la crónica detallada que simplemente traduzco.
“Ha sufrido una descompensación mientras visitaba la iglesia de Barranca.
Padre Antonio ha tenido una recaída en su salud.
Personal del SAMU lo ha estabilizado y lo ha transportado al hospital de Huacho.
Ha sido un susto. Hacia el mediodía el personal del SAMU de Barranca acudió de emergencia a la iglesia de la ciudad para atender al sacerdote Antonio Colombo que sufrió un desvanecimiento dentro del templo. Los médicos brindaron los primeros auxilios para restablecerlo de la fiebre de 39 grados y después lo han transportado en ambulancia al Hospital de Huacho, a 60 km de distancia, para una atención especializada. El sacerdote permaneció internado en el hospital huachano, y en horas de la noche fue dado de alta para luego ser trasladado a su vivienda, en la Urbanización Huacho. Los médicos estuvieron al tanto de la mejoría de la salud del párroco. Cabe precisar que meses atrás el religioso fue intervenido quirúrgicamente del corazón.. A través de las diferentes redes sociales muchos amigos y feligreses elevaron muchas oraciones por la pronta mejoría del sacerdote italiano Antonio Colombo”.
Cuatro fotos acompañan el artículo, la primera en la Iglesia de Barranca, la segunda en grande en la habitación del hospital de Lima con dos donadores de sangre, la tercera en el interior de la ambulancia y la cuarta con el rostro sonriente en la cárcel de Carquín. En un pequeño recuadro: 77 años de edad tiene el sacerdote Antonio Colombo. En otro recuadro: El sacerdote italiano Antonio Colombo publicó un libro “Mi Huacho” en donde plasmó diversas experiencias vividas por el párroco en los 10 años que reside en Huacho.
Desde aquí el diario publicado también en Facebook y lanzado al mundo con 123 aprobaciones, 83 comentarios y 8 veces compartido.
Desde Italia escribe Volpi Emanuele: “Los mejores augurios para una pronta recuperación; unidos en una oración para que Nuestro Señor pueda ayudarlo y pueda guiarnos todavía por muchos años más”.
Desde África a su vez Hermana Nicoletta Kiaro Marete escribe: “Dios te quiere mucho y te dará la salud para continuar con la gran misión que te ha dado. Te acompaño con la oración. ¡Fuerza!
¡He debido recuperarme por fuerza!
Desde la cama del hospital o encerrado en casa por convalecencia, no he dejado de seguir a mi grupo futbolístico empleado en todos los frentes. Es también un gran empeño económico que comparto con amigos, es siempre bello ver siete equipos con polo amarillo con una paloma en el pecho correr y vencer al nivel local y regional. En casa me han llegado 4 copas de 7 equipos, mientras sueño con la quinta de la tercera división. Han logrado el primer puesto para categoría sub 16, segundo puesto para la sub 14, tercer puesto para la sub 12, tercer puesto para sub 8.
Continúan a brillar las dos estrellas, Sneyder de 13 años a quien he visitado en el complejo del Sporting Cristal (tipo Milanello para los expertos) y Kenyi, goleador a nivel regional.
Veo chicos contentos, con sus familiares orgullosos por los progresos.
Es ahora tiempo de pensar en la Navidad y ya está listo el calendario 2019.
Padre Antonio Colombo
Huacho 6 Diciembre 2018
Traductora: prof. Maribel Félix Rosell