UN BELLO PAPA Y UNA BELLA IGLESIA

La fiesta de Milán del 25 marzo

Como un muchachito malcriado yo también me he puesto de pie en una banca del Duomo de Milán para ver al Papa pasar a un metro de distancia. Si era él Papa Francisco a recorrer a paso lento el corredor central dejándose tocar a diestra y siniestra de sacerdotes y religiosas que esperaban desde horas. Se ha tomado su tiempo para dar la mano a todos aquellos que estaban en silla de rueda (incluyendo al Cardenal Dionigi Tettamanzi), largos minutos de silencio y adoración en la cripta de San Carlos de Borromeo, antes de sentarse sereno para responder a las preguntas de un sacerdote, un diácono y una anciana religiosa. Me ha gustado como ha respondido a la tercera.

“¡Pocos sí, en minoría sí, ancianos sí, resignados no! Pero yo no he visto nunca un pizzero que para hacer la pizza toma medio kilo de levadura y 100 gramos de harina, no. Es al contrario. La levadura, poco, para hacer crecer la harina. No nos olvidemos que cuando se pone Jesús en medio de su pueblo. El pueblo encuentra alegría. Sí solo esto podrá restituir la alegría y la esperanza.” Que bello escucharlo hablar así, un diálogo sereno, dulce y fuerte al mismo tiempo.

CORRE DE UN LADO PARA OTRO

Ha sido 11 horas frenéticas y lentas al mismo tiempo, una jornada de 24 horas para los que lo han querido seguir levantándose temprano y regresando a casa a medianoche, cansado pero contentísimo. Me regresa a la mente el canto que nos entusiasmaba de pequeños: “Siempre con el Papa, hasta la muerte, que bello destino, que bello destino será”.

En las familias de las periferias, entre sacerdotes en el Duomo, horas con los reclusos de San Víctor, dos horas con un millón de personas, una hora y media con 80 mil “hinchas especiales” a San Siro, sintiendo también la presencia de las numerosas familias que lo han seguido paso a paso en sus casas, pegados al televisor.

CON HERMANA DALMAZIA A PASO LENTO PERO SEGURO

Ya el Papa volaba en avión o en auto, pero nosotros? Nada de miedo como los 3000 fieles de don Luigi que han recorrido16 kilómetros, levantándose tempranito para disfrutar al Papa en el verde parque de Monza, como para un picnic de primavera, favorecido por el cálido sol y por tanto calor humano y tanta fe, digna de una bella Iglesia.

La edad media de 80 años ha compartido con mi hermana Dalmazia, ella en vacaciones desde Mozambique y yo desde el Perú. Todos nos aconsejamos para ir desde el Duomo al parque de Monza, pero como se puede dejar escapar una ocasión similar, no tendremos otra oportunidad en la vida! “ Vamos, lo lograremos?” se han necesitado casi dos horas para llegar y unirnos al millón de personas que estaban esperando al Papa. Como dos gotas hemos llenado aquel océano rico de alegría evangélica. Largo el camino todos se animaban miles de voluntarios gentiles diciendo a la africana “Vamos falta poco, otros cinco minutos, el Papa está llegando”. Como nuestros contemporáneos octogenarios también el Papa ha llegado cansado, con trabajo ha subido las 20 gradas del altar, ha recitado jadeante la primera oración. Pero después... se ha abierto el paraíso con cantos celestiales, silencios lleno de oraciones y escucha, mensaje nítido, claro, alentador para todos este pueblo milanés, ambrosiano multiétnico. He escuchado con placer el acento de esta tierra que ha generado muchos carismas y tantos misioneros.

¡LA NEBLINA SE HA IDO!

Me ha gustado un comentario que ha gritado en torno a la neblina, especialidad milanesa.

“¡La neblina se ha ido!”, dice Francisco en la plaza del Duomo. Síntesis romántica pero perfecta. Se ha ido la neblina. Para quien ha vivido el encuentro - hemos sido más de un millón - con el Papa, dejándonos transportar por la alegría de una multitud de chicos y también los viejos con el abrigo, ha sido un baño en primavera.

Un extraño azoramiento ha atravesado la ciudad, donde también “el dolor toca muchas puertas”, aunque esto también estaba, no ha estado fuera “la alegría”.

A las 8 cuando el Papa ha bajado al aeropuerto de Linate había de verdad el viejo boleto por la visita de Milán, una neblina indecente por esta estación. Pero ha durado poco. La periferia de las casas blancas, los ancianos, la familia marroquí, el señor con discapacidad, delgado y sufriente en su camita. La Virgen restaurada que custodiaba las casas entregadas en orden milanés, y sin problemas, como regalo a Francisco.

“¡La neblina se ha ido!”. Cuando papa Francisco dice estas palabras el cielo es azul como un choque de luz, y la Virgen de oro brilla en la cima del Duomo. Son las 11:35 y la plaza está llena de una extraña primavera. Los problemas de trabajo y en familia, y la salud. Me han marcado las palabras del Papa: “¡La neblina se ha ido! Las malas lenguas dicen que vendrá la lluvia… no lo sé, yo no la veo todavía”. Esperemos.

¿JESÚS DONDE ESTABA?

Todo y todos hablaban de Él, el Jesús vivo y verdadero, súper presente para guiar los pasos de Pedro injertados en los pasos de Papa Francesco y de todos nosotros.

No olvidaré el momento en donde centenares y centenares de sombrillas han aparecido en la estupenda jornada de sol con un cielo azul al estilo milanés. Bajo las sombrillas estaban sacerdotes y diáconos que ponían en a Jesús en nuestras manos, uno a uno. No sé pero a mí me ha parecido ver centenares de paracaidistas caídos del cielo para salvar a cada uno de nosotros. Estaban todos de un color gris reluciente, pero algunos estaban de rojo, ¿Por qué? Lo he sabido después que se trataba de un detalle particular, porque allí se distribuía la Eucaristía para los celiacos, a nadie debía de faltar el Pan de vida como aquel día en Galilea en la multiplicación de los panes y los peces.

UN ÁNGEL NOS HA SOCORRIDO

Mientras yo estaba junto a los miles de sacerdotes para la concelebración cerca al altar del Papa, mi hermanase había detenido cansadísima a casi un kilómetro de distancia, bajo la primera tienda de campaña, junto en la roja para los celiacos. El Papa se alejó de prisa para ir a San Siro al encuentro con los chicos mientras yo encontraba a mi hermana inmersa en un mar de gente feliz y jóvenes que lentamente y ordenados se retiraban del lugar. Todos han podido notar que la hierba del parque estaba intacta, no había sido dañada muy por el contrario había sido tratada como el pavimento de mármol de una inmensa iglesia.

Estábamos cansados y mucho más lento hemos recorrido el kilómetro y medio que nos llevaba fuera de la puerta de Monza. Allí hemos pedido ayuda a dos jóvenes y simpáticos guardias de la Policía italiana, con metralleta, pero ricos de buenos modales. Aventura tras aventura el día del Papa en Milán ha tocado de un hombre que paseaba con dos cachorros en la plazuela de la estación llena de miles y miles de peregrinos. Se dio cuenta de nuestro cansancio y con generosidad nos ha llevado en un gran carro hasta nuestra casa a 30 kilómetros de Milán. ¡Un verdadero ángel de la guardia!

Una bella Iglesia y un Bello Papa que ha tocado con mano la verdad del dicho en dialecto: “Milán con el coeur en man”. Milán lleva el corazón en su mano, listo para amar y apoyar a todos.

Don Antonio Colombo

Milán, 7 de abril del 2017, en vuelo hacia el Perú

Traductora: prof. Maribel Félix Rosell